martes, 1 de septiembre de 2009

El letrista, la música y el jardin (1ª parte)

Aún sigo observándote.
Frío me encuentro sin duda, al igual que tu presencia allí.
Ya no hay sonrisas, ni siquiera tengo rostro para marcarla, mueres, y no hay otra cosa que dejar marchar a tu alma volando para que él la coja.
¿Qué quieres que te cuente ahora? Se que no puedes escucharme, se que al igual que yo estás helada, ojala al menos pudiese arroparte, pero ahora soy etéreo, si me permites, puedo relatarte nuestra historia, espero que mientras estés sentada puedas escucharme.

Yo situado en un castillo me encontraba.
Sus alrededores eran grises, al igual que yo, pobre y solitario que lo único que prestigio me daba era poder lanzar rayos de color con mis letras que incitaban a animar o entristecer a la gente; sí yo soy un letrista. Aquel letrista olvidado, pero que vosotros recordáis cuando os sentís bien o mal. Me alegra por lo menos saber que os apoyo, pero yo vivo en ese castillo, y sé que no voy a salir.

Mirando por la ventana yo estaba, y en el sendero que bordeaba el castillo vi a un hombre con una gabardina roja que se quedó parado delante de las puertas de la muralla; bajé entonces para ver que quería, o que hacía allí aquel hombre.

Me acerqué a él y le dije.
-Hola, ¿quién eres tú, que ante las puertas de mi castillo se para?
El hombre de rojo abrió su mano, y apareció una rosa roja.
-Gris es tu castillo, ¿por qué no un jardín de rosas para animarlo? Quién sabe, podría hacerte la vida más llevadera.
Extrañado le pregunté:
-¿Y qué precio pones por el jardín de las rosas?
-Simple, cuídalo como si fuera tu vida, si firmas este contrato-Se sacó un contrato del bolsillo de la gabardina-te comprometes a cuidar de ellas como si la vida te costase.
-Lo único que desearía es animar mi vida, si cuidar de unas flores lo conseguiría ¿Por qué no debería hacerlo?
El hombre me dio un bolígrafo, con el cual firmé el contrato.
-Trato hecho pues-dijo ‘’el de la gabardina roja’’-ahora eres el responsable del jardín.

De un chasquido que dio, en frente de mi castillo empezaron a brotar unas preciosas rosas rojas.
-¿Cómo hago para que no se mueran?-pregunté dudoso.
-Simple, estas rosas se alimentan con música, quizás 2 días que lleven sin música sean suficientes para que se mueran, así que intenta darles una buena melodía al día para que las rosas no se marchiten.
-Pero… yo solo soy letrista, no se hacer melodías, es más solo soy un músico fracasado, por mucho que lo intento no se tocar música en condiciones, las rosas se marchitarán en esos 2 días…
-Tú has aceptado, y te has hecho cargo de todas las responsabilidades que ello conlleva, si mueren las flores, asumirás las consecuencias de querer ser feliz.

Como si de aire se tratase, el hombre desapareció.
Ahora yo estaba enfrente a esas rosas, y me enmudecí.
Cuidar de las rosas no sabía, supongo que recibiré mi castigo, acababa de vender mi futuro a un desconocido.
Aquella noche miré por la ventana, triste estaba observando aquellas rosas, se iban a marchitar y yo no podía hacer nada, decidí irme a dormir.

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